En esta pequeña ciudad costera, Mar del Plata, “La Perla del Atlántico” como solían llamarla nuestros abuelos, acaso porque eran sinceros, acaso porque no habían veraneado mucho por otras ciudades del Atlántico, (en realidad no habían veraneado nunca), digo, en esta pequeña ciudad del centro del país y del sur del continente, la gente, por así decir, la gente que anda por la calle tomó dos actitudes ante el pedido desesperado de mantener distanciamiento social para evitar contagiarnos de Covid...
No solemos mantener el distanciamiento social como se nos solicita sino que tomamos dos medidas extremas: o no cumplimos y mutuamente nos arriesgamos acercándonos con pocos recaudos con esa característica de demostrar que somos bien “amigotes” o, no solo mantenemos el distanciamiento sino que además evitamos las miradas...
A esto último quiero agregar que las personas que transitan o deambulan locales comerciales no solo mantienen distanciamiento sino que además esquivan las miradas. Como si la mirada contagiara, claro que, en un punto, se entiende; nuestras abuelas tenían algo de razón sino toda la razón: “Una cosa lleva a la otra”. Una mirada lleva a un saludo, un saludo a un diálogo y el diálogo termina en matrimonio...o en contagio y hasta tal vez, en ambas cosas...
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