Nos tomamos
unos días para hablar del conflicto entre dos que ostentan el actual poder
occidental.
Queríamos
ver cómo derivaba la historia. Si escalaban en ofensas, si lo dejaban en la
indiferencia, si alguna de las partes cedía y se reconciliaban.
Más o menos,
lo último fue lo que sucedió. Pero acaso ya no importa tanto. Lo que importa es
que Musk y Trump se cruzaron de manera pública y lo peor de todo, cada uno acusó
al otro de viejos delitos. En estas tierras existe la palabra “escándalo”, pero
hay una despectiva y afín: “escandalete”. El “escandalete” es ese conflicto en el cual las partes terminan sacando “los trapitos al sol” y que suelen protagonizar panelistas,
vedettes, actores y actrices de segunda línea, en definitiva: payasos
televisivos-mediáticos en general. Esa ha sido siempre la forma: se ven
ofendidos o enojados y enseguida comienzan las acusaciones por pecados del
pasado.
En general,
cuando se revisan esos antiguos delitos, en estas tierras y en estos círculos
de famosos, se trata de mentiras o asuntos menores. Pero, en el caso de la
vergonzosa trifulca entre Trump y Musk, las acusaciones han sido serias y los
delitos gravísimos.
La justicia,
si existe, debería intervenir, investigarlos y tal vez, condenarlos a ambos.
Pero todo
quedará en nada.
Se han “reconcilidado”.
El pasado
puede seguir en el pasado.

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