Y todo el
mundo sabe que hace unos días apenas, el presidente de Francia se ligó un buen golpe de su esposa.
Llegaban en
avión a Vietnam, otrora sufrido
enclave colonial de los encantadores franceses de otra época…
Claramente
ya dicen que “era en broma”, que “estaban jugando”, que “no iba en serio”. Pero, claramente
también, esas excusas no las pueden creer ni ellos mismos.
Una buena y
agresiva cachetada es lo que es.
Lo mejor del
suceso, lo paródico, lo que va de comedia clase “b”, es la reacción de Emmanuel Macron: percibe que la puerta
se ha abierto, que está a merced de la visualización del mundo y como el peor
de los actores cómicos, se compone la postura y saluda levantando la mano y
exponiendo una sonrisa tan falsa como inmensa.
Hubiera sido
mejor que bajase colérico, serio, asumiendo la tragedia familiar y mediática.
Pero no, accionó como los pésimos actores que tratan de hacer reír sin lograrlo.
Nos gusta
imaginar que el cachetazo propinado por Brigitte,
esposa del presidente, fue apreciado por los vietnamitas como el acto de
reivindicación histórica que ellos se merecían después de años de colonialismo
y sometimiento francés…
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