sábado, 26 de abril de 2025

La selfie con el papa muerto…

 


 Cuando la telefonía móvil sumó, mejoró y amplió su capacidad para tomar imágenes, la selfie se convirtió en pasión.

 Había habido, con cámaras analógicas, algunos precursores de la “autofoto”, no existía la palabra selfie, pero de esos precursores, podemos hablar en otro momento.

 Con la posibilidad de acceso a un teléfono móvil y, por ende, con la posibilidad de auto tomarse imágenes que traen esos móviles, los ciudadanos del mundo no hacen más que retratar y retratarse solo con el fin de compartir esas imágenes con un puñado de conocidos.

 Desde hace tiempo que solo existe el disfrute de estar en un lugar en tanto y en cuanto se pueda mostrar que estamos en ese lugar. El gozo de ver algo, se transformó en el gozo de mostrar que estamos viendo algo (aunque en rigor, no lo estamos viendo con atención).

 No miramos tanto la obra de arte, le damos la espalda para mostrar que estamos cerca de ella.

 La tentación de hacer esto, está expoliada además por la posibilidad de compartir esa misma imagen con otros, al instante y en “tiempo real”.

 El disfrute completo de la realidad se pierde. No se mira un paisaje si no es virtud de poder presumir que se está allí; no se aprecia una obra de arte si no es pensando en que, en el acto, se puede comunicar que estamos frente a ella; no se experimenta un momento histórico, solemne, digno de respeto, si no es para presumir que lo estamos “viviendo”…



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