sábado, 16 de octubre de 2021

Orner y una reflexión sobre chismes y chismosos al pasar…

 



 La definición de “chisme” supone un comentario o noticia no verificada. Muy generalmente de carácter negativo se entiende. Difícil es que circule en secreto una buena noticia noble y digna de felicitación.

 Casi siempre son cuestiones que otros quisieran guardar muy en secreto y alguien se entera y comienza la fatal circulación. Digo “fatal” porque ya sabemos cómo funciona el viejo juego del “Teléfono descompuesto”

 El autor Edgardo Cozarinsky ha escrito un par de libro deliciosos sobre cuestiones nimias que podrían no haber salido a la luz en el ámbito de la cultura y la literatura argentinas en “Museo del chisme”  2005  y “Nuevo museo del chisme” 2013. Esas cosas que sucedieron y se dijeron en esos ambientes bien podrían haber quedado olvidadas, pero le agradecemos a Edgardo la publicación  porque, al fin y al cabo, el chisme puede considerarse una práctica miserable pero difícil es no prestar oídos, tan débiles somos…

 Sin duda que el chisme daña más de lo que beneficia. “Chusmear” es el verbo que derivó para expresar la práctica de contarlos. Debo decir que durante mucho tiempo no comprendí ni esta actividad ni  la afición por ella que se vive en las instituciones, en algunas sociedades y especialmente en las comunidades urbanas más pequeñas: “Pueblo chico, infierno grande”. Pero, también quiero confesar que cuando alguna vez la vida me hizo deambular esos amados pueblos chicos, comprendí que el chisme llena horas y apasionamientos de quienes no logran llenar sus horas y sus pasiones con otras cosas…

 Presenciando tertulias de largas horas en las que los participantes parecían competir en exponer chismes a cada cual más comprometedores, fui albergando el sentir íntimo de que en realidad, si me dieran a elegir entre estar contando historias ajenas o protagonizarlas, creo sin dudas que hubiera elegido el protagonismo. Estar en una reunión de comentaristas de chismes, siempre  me ha resultado un momento que luego de ser morbosamente atractivo deviene en aburrimiento y pena.

Peter Orner como buen escritor ha puesto en palabras lo que yo no podía, se ha puesto a escuchar a una pareja en la que uno comienza a contar  privacidades de otros. Orner no puede saber qué dicen pero entiende lo que está sucediendo. Analiza la tensión previa a la noticia secreta y luego observa la declinación del gozo una vez que todo se ha develado, como si lo mejor del chisme fuesen los momentos previos, el pacto de silencio que no será respetado, las frases cómplices antes del anuncio:

“Se quedan ahí unos segundos en silencio y piensan en esas dos personas felices que no deberían estar manoseándose -¡pero lo están!- detrás de las cortinas de alguna habitación de hotel de este soleado paraíso exdraconiano. Siempre es preferible ser objeto de un chisme que contarlo…”

Peter Orner. ¿Hay alguien ahí?



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