En épocas en que
el conocimiento científico parece justificarlo todo, me entero que las hojas de
los libros contienen una sustancia llamada “lignina” y que, con los años, su
síntoma de descomposición produce ese olor con un dejo de vainilla que lo hace, para
los lectores, tan agradable…
Así es como se
descubre la "razón mágica" del encanto del aroma de los viejos libros…
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