sábado, 10 de octubre de 2020

Eliminatorias para un nuevo mundial y la sorda soledad del estadio...

 


 Debido a que las medidas sanitarias impiden la presencia de público, colocaron sonido ambiental para el partido que la Selección Argentina disputó contra Ecuador por la primera fecha de las eliminatorias camino al próximo torneo Mundial de Fútbol... Un operador, más o menos avezado, manejaba algunos sonidos como si hubiera espectadores y los emitía por los parlantes del estadio.

 Tal vez fue una medida para que los jugadores de elite no se depriman tan acostumbrados que están a las ovaciones o incluso a los abucheos que, al fin y al cabo, no significan otra cosa que el reconocimiento  masivo de que se es importante y de que miles y miles están pendientes de lo que haga en la cancha bien o mal.


  Esa "escena" de los inmensos parlantes emitiendo sonidos de un público ausente me causó la misma sensación que me causa cualquier despropósito cercano a lo ridículo...


 Creo que este es otro síntoma de lo desvirtuado que esta el juego: las publicidades, la proliferación de comentaristas y programas futbolísticos, la fama, la prensa, la sobrevaloración del fútbol en todos los aspectos, la exorbitante danza de millones nunca vista por cada contrato y por cada pase, conspiran y destruyen las posibilidades del buen juego, bastardean la cosa, desvirtúan el deporte.


 ¿Nuestros jugadores necesitan sonido ambiental? ¿Por qué? ¿Ya no recuerdan sus inicios de canchita de escuela y de potrero? ¿Acaso no quieren recordar que en la niñez jugaban por jugar, jugaban por nada y para nadie y lo hacían con alma y vida?


 Voy a levantar mi copa por el fútbol entre amigos, por el fútbol que no aparece en ningún programa de televisión, por el fútbol verdadero, por esas jugadas que no tienen repetición salvo en la anécdota y en el recuerdo de una sobremesa o en la cerveza post-partido. Voy a brindar porque yo vi jugadas memorables de compañeros, goles maradoniandos, gambetas increíbles, pases de antología en los partidos improvisados entre amigos y desconocidos ante ningún público, sin ninguna hinchada atronadora. Jugadas imposibles solo recompensadas por la voz de los compañeros de equipo y por el silencio del Universo, partidos maravillosos solo vistos por algún cadete de oficina que pasa por ahí, algún familiar que toma un mate al costado de la cancha o algún linyera que ya no tiene nada mejor para su vida...






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