No tan lejos queda en el parecido ese diablo cínico
y caballeresco de la obra de Alejandro Casona, La Barca sin Pescador. En ella, un “Caballero de negro” confiesa tristemente que no logra hacer
cumplir sus pactos puesto que el amor, al final de cada historia, salva a los
que han vendido su alma.
En este escándalo de Hollywood no será el amor pero sí podría ser el
poder…
Las reglas del juego de todo el mundo del
espectáculo en todo tiempo y lugar (con Hollywood a la cabeza por
supuesto) han sido siempre simples: tú me
das placer, yo te doy la gloria.
Típico y funcional pacto demoníaco.
Claro, que al misterioso Caballero de Negro de Casona, que no quería placer sino
almas, la cosa no le salía a su favor, puesto que sus víctimas se enamoraban de
alguien con absoluta sinceridad y como el amor todo lo puede…el pobre demonio
se iba con las manos vacías…
En este caso, el caso que tiene al señor Weinstein como protagonista, las víctimas, con la gloria, el dinero
y la fama, luego de agradecerle a Harvey innumerables veces el Oscar
que tuvieron en la mano, develan el secreto, se conjuran y traicionan el pacto.
Devuelven con infierno el infierno que tuvieron que padecer.
Así son las cosas amigo Harvey. Era parte de
las probabilidades: la venganza o la justicia… que a veces se parecen tanto…
No vayan a caer ustedes, puñado de entusiastas
lectores, en la ingenuidad de pensar que esto es nuevo o que esto es sólo esto.
Esto, no es solo esto porque hay una trama más compleja de poder y dinero cuya
punta de iceberg está en el hermano de Harvey quien por otras causas a
las difundidas en los medios, le puso fuego al asunto. Es decir otra guerra es
la que se está luchando más allá de la aparente reivindicación del abuso a las
actrices de Hollywood.
Y el caso no es algo nuevo, bien pueden solazarse con
los clásicos libros Hollywood
Babilonia de Kenneth Anger y la versión argentina Babilonia Gaucha de Diego
Curubeto, entre otros tantos libros sobre el tema para corroborar que el
escándalo, el abuso y la corrupción son tan históricos como globales.
Exponen los medios que si decimos por allí o por
aquí, que aquellas damas deberían haberse negado al pacto y seguido en el
anonimato y la pobreza, no estaríamos haciendo otra cosa que incurrir en el pecado de “revictimizar a las víctimas”. Es posible que sea cierto, que las “revictimizamos” si decimos que no deberían haber pactado con Harvey. Que si él ponía esas condiciones, más hubiera valido irse a casa y morir pobres
y anónimas…
Sólo acusan al demonio aquellos (aquellas) que
pactaron con él y lograron lo que el demonio les había prometido.
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